Siempre positivo, nunca negativo

El cine es mucho más que un mero entretenimiento, una forma de espectáculo. Es un arte. Pero sobre todo, es un fenómeno cultural que se ha vuelto parte inseparable de nuestras vidas. Las estrellas de cine son presencias habituales las noticias y las portadas de revistas. Frases como «que la fuerza te acompañe», «voy a hacerle una oferta que no podrá rechazar», «siempre nos quedará París» o «la vida es como una caja de bombones, nunca sabes cuál te va a tocar» ya han pasado a formar parte de nuestro vocabulario cotidiano. Incluso utilizamos nombres de personajes e intérpretes como adjetivos calificativos: todo el mundo entiende lo que quiere decir que alguien esté hecho un Travolta, un Rambo o un McGyver. Y prácticamente a diario intercambiamos con los amigos o con los compañeros de trabajo impresiones sobre las últimas películas que hemos visto. Hablar de cine se ha convertido en algo tan habitual como el respirar.

En este estado de las cosas, saber de cine ya no es una tarea exclusiva de críticos y profesionales, sino prácticamente una obligación para todas aquellas personas que quieran estar medianamente al día de cuanto les rodea. Si no sabes quien es Steven Spielberg o no te has visto la última de Amenábar, no eres nadie.

De ahí que en este afán de informarnos, solamos acudir a los expertos en la materia. Los cinéfilos. Los críticos. Esa gente que se ha visto todos los programas de Garci en la tele; que se lee tres revistas de cine al mes (preferentemente la 'Dirigido por...' y la 'Cahiers du cinéma'... edición francesa, por supuesto); que va a ver todos los estrenos de la semana y que paga entradas en los festivales. Ah, y que suele denostar el doblaje. Gente cultivada a la que solemos acudir con la intención de descubrir cuales son, entre la vasta e inabarcable oferta cinematográfica que nos ofrece el mercado, aquellos títulos que verdaderamente merecen la pena. Pero por desgracia los cinéfilos parecen vivir en un mundo aparte, aislados del resto de los mortales.

Para empezar, sus gustos raramente coinciden con los nuestros. Siempre acostumbran a hablar fatal de películas que a nosotros nos han encantado, ensalzando en cambio las virtudes de misteriosas películas iraníes o ucranianas que nunca llegan a estrenarse en donde vivimos y que posiblemente nunca veremos por televisión, a no ser que tengas por costumbre ver La 2 a altas horas de la madrugada.

Y como coincidas en persona con uno de estos expertos e intentes mantener una conversación de cine con él date por perdido, porque intentar dialogar con él será lo mismo que intentar hacerlo con una pared. En el momento que tú digas que tal película te ha parecido un muermo él se te echará encima aplastandote con su saber enciclopédico y con su lenguaje especializado, enalteciendo aquel genial «travelling» o aquel maravilloso «plano-secuencia» que fueron tan alabados en el «festival de Sundance». O cuando tú quieras explicarle lo mucho que te divertiste viendo el último blockbuster de Hollywood, él la pondrá de vuelta y media, criticando sus personajes «planos», su «vacuidad argumental», su «libreto repleto de clichés» y la «sobreactuación de sus intérpretes», calificándola finalmente como un «pobre y superficial ejercicio de pirotecnia hipervitaminada» en el que «los efectos especiales no están al servicio de la historia». Y cualquier opinión que pueda aportar un espectador de a pie será completamente ignorada porque «esta gente no entiende de cine».

Por eso tampoco me extraña que, a veces, cuando le pregunto a alguna persona su opinión acerca de una determinada película, ésta sienta la necesidad de añadir al final de su exposición «...pero yo es que de cine no entiendo», como si tuvieran el temor a quedar en ridículo enfrente de alguien que (presuntamente) sabe de cine mucho más que ellos. Algunos espectadores ya están tan acostumbrados a que los endiosados cinéfilos los miren por encima del hombro que acaban infravalorando su propio critero.

Una película que recoge muy bien esta especie de temor que parecen infundir los eruditos en arte a su alrededor es la excelente 'Ratatouille', a través de la figura del implacable crítico gastronómico Anton Ego (el apellido lo dice todo), al que todos los restaurantes de París tienen miedo. Estirado, engreído y prepotente, Ego parece vivir por encima del resto de los mortales. No es para menos, pues una crítica negativa suya basta para que el más exitoso de los restaurantes franceses eche el cierre. Consciente de su poder, el examinador pasea su figura por los establecimientos gastronómicos parisinos sembrando el terror a su paso con sentencias solemnes y retórica displicente, siempre expresada en un críptico lenguaje que nadie más parece entender. Como cuando el camarero le pregunta qué desea para cenar y él responde: «una perspectiva novedosa».

Larguirucho, pálido, con marcadas ojeras, voz tenebrosa y siempre vestido de oscuro, Ego nos recuerda mucho a un vampiro. Incluso su despacho, ese en el que se pasa horas y horas redactando diatribas en soledad, se asemeja a un ataud. Detalle nada baladí, al fin y al cabo su trabajo también consiste en chuparle la sangre a otros —metafóricamente hablando— con sus críticas destructivas, hasta provocarles la muerte definitiva.

Por otra parte, no deja de resultar irónico que alguien que afirma amar tanto la comida esté tan escuálido, como se encarga de señalar el chef Lingüini. Con los cinéfilos pasa lo mismo: si de verdad aman tanto el cine, ¿cómo es posible que sus críticas sean siempre tan negativas? El propio Ego nos da la clave al final de la película:
«La vida de un crítico es sencilla. Arriesgamos muy poco y abusamos de nuestro poder sobre aquellos que someten su trabajo a nuestro juicio. Disfrutamos con las críticas negativas, que son divertidas de escribir y también de leer.»
Menospreciar a los demás nos hace sentir poderosos. Y por eso las críticas negativas siempre prosperan más que las positivas. Para comprobarlo, basta con echar un vistazo a cualquier blog o foro sobre cine y observar qué discusiones generan mayor actividad. Negatividad es sinónimo de éxito.

Y así es como la negatividad se ha ido adueñando progresivamente del panorama de la prensa cinematográfica, especialmente de la digital. A día de hoy la red está repleta de foros y blogs sobre cine que más que lugares de intercambio cultural parecen verdulerías en las que los insultos y la falta de respeto al prójimo están a la orden del día. Y lo peor de todo es que a menudo son los propios especialistas los que incitan esta negatividad, demostrando una gran falta de profesionalidad al creer que sus conocimientos sobre la disciplina les otorga derecho no solo a tildar de basura cientos de películas, sino también a insultar la inteligencia y la integridad de sus lectores, espectadores de todas esas cintas.

Afortunadamente no todos los críticos de cine son así, y existen muchos excelentes profesionales que son capaces de enjuiciar negativamente una película sin necesidad de faltarle el respeto a nadie. Pero, por desgracia, a día de hoy se encuentran en gran desventaja numérica frente a los otros. Lo que es toda una lástima, porque en muchos casos detrás de todos esos insultos se encuentran plumas verdaderamente brillantes, que lo serían aún más si sus malas maneras no empobrecieran la calidad de sus escritos.

Cansados de esta omnipresente negatividad, mi colega reAper y yo decidimos unir fuerzas y desmarcarnos del resto de la blogosfera creando una página que adoptara el positivismo como lema. Eso no quiere decir que nos vayamos a dedicar a decir que todas las películas son buenísimas, como hacen las revistas gratuitas que puedes encontrar en El Corte Inglés. Simplemente, creemos que, del mismo modo que las obras maestras escasean, lo mismo sucede con las basuras cinematográficas. Por lo tanto, la inmensa mayor parte de las películas se encuentran en un término medio, lo que quiere decir que todas tienen defectos, pero también virtudes. Nosotros queremos hacer énfasis en este segundo punto.

Creemos que de todas las películas, incluso de las más malas, se pueden extraer lecciones positivas. Y de ahí que hayamos escogido como imagen de cabecera un fotograma de la película 'Ed Wood', de Tim Burton. Y es que puede que el realizador de 'Glen or Glenda' no fuera un gran cineasta y que sus películas fueran malísimas, pero si gracias a él podemos disfrutar de una película tan maravillosa como la protagonizada por Johnny Depp y Martin Landau su existencia ya ha valido la pena.

Queremos rehuir de polémicas que no aportan nada y apostar por un blog de cine instructivo y didáctico, que aporte reflexiones interesantes al lector, sin despreciar a las películas ni a la gente que lee las opiniones. Un lugar en el que el lector tenga la garantía de que se le va a tratar de tú a tú, como un igual, sin ínfulas de superioridad por nuestra parte. Un blog que, al igual que los coloquios de Garci, nos enseñe a amar el cine un poco más cada día. En definitiva, un blog que enriquezca, que sume. Dándole la vuelta a la famosa frase popularizada por el entrenador Van Gaal: «Siempre positivo, nunca negativo».

2 comentarios:

David Laviè | 12 de enero de 2010, 16:25

Sin duda, una explicación clara e ilustrada sobre los propósitos de este blog. Todo un acierto utilizar al crítico gastrónomico de Ratatouille para ejemplificar aun más si cabe nuestra premisa.

Y como no, suscribir todo lo que comentas acerca del elitismo de cierto sector de la crítica.

Unknown | 31 de enero de 2010, 16:13

Me ha encantado la introducción al blog ^^ expresa a la perfección mi opinión actual sobre los críticos de cine y sobre el cine mismo. Espero que llegueis muy lejos con esta iniciativa porque es estupenda.

Por si no queda claro, soy Indiana xD el problema es que no tengo claro como firmar los comentarios, que me lía un poco eso de seleccionar el perfil xD

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