Estudio: Rodrigo Cortés

Hace tres años y medio su ópera prima pasaba sin pena ni gloria por la cartelera española. Hoy, su segundo largometraje es estrenado simultáneamente en 4.000 salas de más de 40 países —la mitad de ellas en Estados Unidos—, algo inédito para una producción íntegramente española. Su nombre es Rodrigo Cortés y está destinado a convertirse en uno de los grandes nombres del cine español. Y tan convencidos estamos de ello que desde Positivando nos hemos propuesto realizar un monográfico dedicado al análisis de la breve-pero-intensa obra de este singular cineasta.

¿Se puede dedicar un estudio a un realizador que tiene en su haber tan sólo dos películas y un puñado de cortometrajes? Claro que sí. A mediados de los 90 ya existían numerosos ensayos dedicados a analizar pormenorizadamente la obra de Quentin Tarantino, cuando éste tan sólo había dirigido un mediometraje, un par de películas y escrito unos pocos guiones más. Análogo es el caso de Alejandro Amenábar, de quien ya se habían publicado unas cuantas monografías (1) cuando su filmografía todavía constaba únicamente de tres títulos. Y es que a veces un par de películas bastan para detectar a un futuro gran cineasta. ¿Acaso películas como Ciudadano Kane, El cuarto mandamiento, El diablo sobre ruedas y Tiburón no dejaban ya entrever los revolucionarios talentos que se encontraban tras ellas?

Un gran artista no necesita tener una gran producción a sus espaldas para ser merecedor de un estudio, puesto que sus obras suelen ser tan ricas que el simple análisis de una de ellas daría para rellenar páginas y páginas. Hay directores que, con dos o tres películas, ya han logrado aportar a la historia del cine mucho más que las filmografías enteras de muchos otros; ahí tienen el ejemplo de Terrence Malick. El arte es cuestión de calidad, no de cantidad.

También es cierto que no son pocos los casos de jóvenes artistas que, tras unos comienzos fulgurantes, ven cómo su talento se desinfla hasta acabar convertidos en una sombra de lo que algún día fueron. Aventurar que Rodrigo Cortés va a ser uno de los grandes del cine español es, sin duda, un riesgo. La vida puede dar muchas vueltas, y el que hoy es un creador arriesgado mañana puede acabar convertido en un mercenario que se gana el pan filmando mediocres telefilms de sobremesa. Pero creo que arriesgarse y salir en defensa de lo nuevo es una obligación moral del crítico, tal como explicaba el experto gastronómico Anton Ego en el célebre discurso final de Ratatouille:
«En muchos sentidos, el trabajo de un crítico es sencillo. Arriesgamos muy poco y sin embargo disfrutamos de una posición privilegiada sobre aquellos que ofrecen su trabajo y su persona a nuestro juicio. Gozamos con las críticas negativas, que son fáciles de escribir y de leer. Sin embargo, la amarga verdad que los críticos debemos enfrentar es que, en el gran orden de las cosas, un simple bocado de basura es más significativo que la crítica que lo califica de esa manera.

Pero hay ocasiones en que un crítico realmente arriesga algo, y esto ocurre en el descubrimiento y defensa de algo nuevo. El mundo es a menudo injusto con los nuevos talentos, las nuevas creaciones; lo nuevo necesita amigos.»
Muy poco mérito tiene decir que Hitchcock es un gran cineasta. A estas alturas, todo el mundo lo sabe. El mérito lo tuvieron François Truffaut y los cahieristas franceses, que lo supieron abrazar como maestro cuando en Estados Unidos apenas lo consideraban un hábil artesano. La reivindicación de los nuevos talentos me parece mucho más productiva que el culto indolente a las «vacas sagradas». Por eso encuentro mucho más estimulante dedicarle un monográfico a un cineasta que todavía se encuentra en el albor de su carrera que dedicárselo a maestros consagrados de la talla de Fritz Lang, Orson Welles o Stanley Kubrick —por poner sólo unos pocos ejemplos—, sobre los cuales ya existe una abundante bibliografía escrita por gente mucho más erudita, y a la que un servidor difícilmente podría aportar nada nuevo. Sobre Cortés, en cambio, se ha escrito muy poco, y a menudo de manera muy errónea o superficial, lo que hace aún más urgente un estudio detallado de su obra.

Los artistas evolucionan con el paso del tiempo y es posible que el Cortés de dentro de unos años poco se parezca al de hoy en día. Picasso comenzó su carrera pintando como los genios del Renacimiento para acabar su vida pintando como un niño. Es evidente que sólo después de la muerte de un creador se puede valorar con propiedad el conjunto de su obra, y es posible que dentro de unos pocos años las conclusiones de este estudio queden más que obsoletas. Sin embargo, creo que a menudo los primeros trabajos de un artista ya muestran indicios de su devenir ulterior. La obra de Picasso pasó por varias etapas radicalmente diferentes entre sí (período azul, período rosa, protocubismo, cubismo analítico, cubismo sintético), pero en todas ellas se reconoce a un mismo artista, una continuidad de discurso, de mirada. Lo mismo sucede, por ejemplo, con el cine de Amenábar: a pesar de lo radicalmente diferentes que son entre sí dos películas como Tesis y Ágora en ambas se puede detectar una serie de constantes estéticas y temáticas que nos revelan que son obra de un mismo cineasta. Así pues, el interés de un estudio como el que aquí proponemos reside en identificar los rasgos estilísticos presentes de un artista para dentro de unos cuantos años echar la vista atrás y comprobar cuáles de ellos han permanecido constantes y cuáles, en cambio, han evolucionado.

En definitiva, el objetivo de este monográfico no es más que el de ofrecer un primer intento de aproximación a la figura de un cineasta que dará mucho de qué hablar en el futuro, estamos seguros. Acercamiento un tanto incompleto, todo hay que reconocerlo, dada la escasez de documentación disponible sobre el artista y la dificultad para acceder a sus primeros trabajos, que harán que el estudio carezca de todo el rigor que nos gustaría, pero que en cualquier caso nace con vocación de convertirse en el informe más completo sobre Cortés que se pueda encontrar en la red hasta el momento. Desde Positivando agradecemos cualquier aportación de los lectores que ayude a corregir y a completar la información publicada en este estudio.

(1) Alejandro Amenábar. Cine en las venas, de Antonio Sempere (Nuer, 2000); Cómo hacer cine 1: ‘Tesis’ de Alejandro Amenábar, de Cecilia Vera (Fundamentos, 2002); Amenábar, vocación de intriga, de Oti Rodríguez Marchante (Páginas de espuma, 2002); La pantalla especular: Una lectura metatextual del cine de Alejandro Amenábar, de Santiago Juan Navarro (Letras Peninsulares, 2003); Alejandro Amenábar, de María Asunción Gómez y Santiago Juan Navarro (Cinéastes, París, 2003); algunos de ellos incluso traducidos a varios idiomas.

1 comentarios:

David Laviè | 13 de octubre de 2010, 17:44

Este va a ser un gran estudio, estoy impaciente por ver como desmenuzas las entrañas de la obra de este magnífico, prometedor e incomprendido cineasta. Solo hay que ver lo reticente que se muestra la gente a contemplar su última obra para darse cuenta que hoy en día apostar por algo que no sea un 'Híncame el diente' (que no se explica uno como lideró la taquilla el fin de semana de su estreno) es muy complicado. Y luego nos quejamos de los remakes y las secuelas y las precuelas y los spin-off y las licencias y sabe dios cuanto más.

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